Carta a un amigo
Te cuento algo que ya he contado a un par de personas queridas: Hace unas semanas atrás estaba en la playa de Salinas. De pronto vi a un hombre como de cuarenta i cinco años que llevaba a otro mucho mayor. Lo conducía hacia el mar. Lo tenía tomado de ambas manos. El hombre joven iba adelante, como cuando llevas a un niño que recién trata de caminar. Me quedé mirándolos largamente. Entraron al mar y de vez en cuando el hombre mayor sumergía la cabeza, y yo podía adivinar una gran alegría al hacerlo. Uno nunca sabe, y menos a esa edad, cuándo está diciendo adiós. El hombre joven estuvo durante todo el tiempo tomándolo de las manos. Pensé que por todos los detalles, el uno era padre de aquel otro que lo cuidaba. Que seguramente, cuando su hijo era niño, en más de una oportunidad fue conducido y cuidado por él, que en aquel entonces era fuerte, poderoso y protector. Hoy, indefenso y frágil, imaginé qué hubiera sentido de contar con una suerte de máquina del tiempo, que le hubiese permiti