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Mostrando entradas de enero, 2008

des-encuentros

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A la caza de un espejismo ¿o un espejo? en una noche esquiva en la que los recuerdos se escabullen entre las hendijas del pensamiento. Los duendes se alborotan: unos parecen venir y sin embargo se alejan, otros parecen ya idos y sin embargo se quedarán. Fumas, absorta y solitaria, desnuda y pensativa, fumas. El esquivo humo se desliza en carruseles de luz. Tu mirada, sin domicilio cierto, divaga por la habitación, deteniéndose en algún libro o entreteniéndose con las luces de aquella ciudad que espera tras el cristal. Al disgregado murmullo exterior disiparás con un disco que abandonadamente, como descuitada, dejarás caer sobre el plato, ahogando aquel mundo que parecerá más lejano aún. Hoy tu recuerdo se ha escapado frente a este vacío poblado de mar en el que están suspendidas, como en islotes de luz, distantes naves. Ridículo sensiblero, me solías llamar rascándome la nariz. La cuestión, decías, es mucho más simple y se traduce con una sola palabra: contacto. Apago la luz. Tu siluet

Escenas

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Los laberintos aman las noches, las estrellas; esos destellos que nos cuentan una historia acontecida hace millones de años, hoy. Ahí descubriras algo que siempre supiste, o al menos que siempre creerás que supiste. Así lo decías una mañana, ¿o será que lo soñé? Los laberintos aman los enigmas, las siluetas. Una sombra que se adivina justo cuando baja el telón. Unas calles paralelas,dos líneas que se hubieran encontrado, de no mediar aquel instante del que no sabremos jamás. Líneas que se bifurcan en senderos infinitos. Infinitos como el tiempo en el que habrá de venir. Los laberintos aman las huellas en la arena, en las que no atino a descifrar si se acercan o se van. Sus huellas alejadas por la espuma izadas a lomo de viento hacia el espacio de lo sin-tiempo. Y en el más inesperado recodo, sabrás que los laberintos también aman a un Minotauro. Frente a él, sin pena, con la alegría de los que apuran hasta la última gota, bailarás la danza para la cual tu laberinto te preparó.

Ladrón de Levita

Los mismos que han reconocido el talento de Jorge Luis Borges en lo literario, no siempre lo han valorado en relación con sus lacónicas opiniones políticas. Tal vez no precisan bien que algunos de sus comentarios se originan a partir de la amarga experiencia de verse enfrentado, en la época del “Perón Perón qué grande sos”, con la hostilidad populista. Borges admiraba de Europa, en especial de su recordada Suiza, la característica del Estado en cuanto a funcionar en silencio. Qué diferencia con los nuestros, de locuacidad a ratos maniaca, como es la que ha padecido por 48 años Cuba con un Fidel Castro, que en sus buenos tiempos, seis o más horas monologando en tarima, no le eran suficientes para convencerse de que el Gran Reloj de la Revolución estaba en marcha. Estilo que aprendió como estudiante meritorio el coronel bolivariano. Como forma de locuacidad, últimamente escuchamos con insistencia la frase “revolución ciudadana”, que además parece ser que comporta una suerte de sistema

Escrito por estas fechas hace 16 años, en Guayaquil.

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Alguna vez escuché que la historia es el eterno retorno de lo mismo. Ha pasado tanto tiempo desde aquella última vez y nunca habrá excusa, al menos ya no estamos en edad para ello. Tal vez lo volveremos a estar después de algunos años, un poco más viejos y ahí, presumiblemente, niños otra vez. Sin embargo, no es descabellado pensar que esta carta ya te la he escrito y te la volveré a escribir. Que cada vez ha corrido diferentes suertes y que le esperan otras que no puedo siquiera imaginar. Pasa el año, ¿sólo otra cifra en el calendario? Un poeta de la ciudad escribió: "Diciembre triste con perfil de hielo". Aquel 24 daré, como lo he venido haciendo desde hace mucho tiempo,un paseo por el centro y me internaré entre los meandros de "La Bahía", atestados al punto de voces, comercio, bullicio. En cambio el 31 será la locura de los "años viejos" que, como recordarás, algunos serán quemados a media mañana por los oficinistas que para esa ocasión abandonarán su