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Mostrando entradas de octubre, 2004

Tiempo de vida y tiempo de transformación

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Tiempo y creación significa también tiempo y destrucción. El pensamiento tradicional ha negado siempre la creación, pero, simétricamente, estaba obligado a afirmar la imposibilidad de la destrucción (nada se crea, nada se pierde, todo se transforma). Pero, también, esquizofrenia: la destrucción ha sido presentada como yendo de suyo. El pensamiento tradicional piensa a la vez el sí y el no. En sus partes “serias”, filosofía, ciencia, etc., no hay destrucción verdadera sino solamente “descomposición” de las entidades compuestas; y en el nivel de la reflexión “ordinaria”, afirma que todo pasa, todo se agota, todo se rompe, que el tiempo que transcurre destruye. En dos ocasiones, Aristóteles debe volver sobre este tema. Primero dice que con razón la opinión común1 afirma que el tiempo es destructor: ho chrónos hápas ekstatikós, ek-stático; esto retomará Heidegger, como sabemos, pero en un sentido alterado: ex-sistere,2 salir de sí, cesar de estar ahí en donde se está, pero “ahí en donde se

"Sociedad de la información" ¿será?

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“Una bifurcación tomó por sorpresa a mi generación, cuya devoción por Prometeo no dejó ver venir a Hermes: comunicación, tránsitos, transmisiones, redes. Ahora vivimos en una inmensa mensajería, soportamos menos masas, encendemos menos fuegos, pero transportamos mensajes que gobiernan a los motores. (... ) Nunca podremos prescindir de campesinos y de tallistas, de albañiles ni de caldereros, y aún seguimos siendo arcaicos en las dos terceras partes de nuestras conductas pero, mientras que en otros tiempos fuimos más bien agricultores, y no hace tanto especialmente herreros, ahora somos sobre todo mensajeros". Michel Serres

"Vemos como por espejos"

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¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan! En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra! En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese desprecio era entonces lo más alto: - el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la tierra. Oh, también esa alma era flaca, fea y famélica: ¡y la crueldad era la voluptuosidad de esa alma! Mas vosotros también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia vuestro cuerpo de vuestra alma? ¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y un lamentable bie

Alejandría

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La generosa inocencia de Clea –se necesitaba algo así para comprender el vacío de la vida de Justine, cuya única compañía eran sus penas secretas–, ilustración pura y simple de un espíritu en conflicto consigo mismo, pues somos los autores de nuestro propio infortunio y en él imprimimos nuestras huellas digitales. El gesto en sí no era sino una tentativa torpe de adueñarse del misterio de una experiencia auténtica, de un sufrimiento auténtico, así como el suplicante confía en que, tocando a un santo, se operará la transferencia de la gracia que a él le falta. El beso no esperaba otro beso como respuesta, no deseaba copiarse a sí mismo como el reflejo de' una falena en un espejo. De haber sido premeditado ese gesto habría salido demasiado caro. ¡Como resultó serlo al fin! El cuerpo de Clea luchaba simplemente por librarse de la envoltura de su inocencia como un niño o una estatua luchan por la vida entre los dedos o los forceps de su autor. Su fracaso era el de una mujer muy joven;

Alejandría

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Cinco razas, cinco lenguas, una docena de religiones; el reflejo de cinco flotas en el agua grasienta, más allá de la escollera. Pero hay más de cinco sexos y sólo el griego del pueblo parece capaz de distinguirlos. La mercadería sexual al alcance de la mano es desconcertante por su variedad y profusión. Es imposible confundir a Alejandría con un lugar placentero. Los amantes simbólicos del mundo helénico son sustituidos por algo distinto, algo sutilmente andrógino, vuelto sobre sí mismo. Oriente no puede disfrutar de la dulce anarquía del cuerpo, porque ha ido más allá del cuerpo. Nessim dijo una vez, recuerdo -y creo que lo había leído en alguna parte- que Alejandría es el más grande lagar del amor; escapan de él los enfermos, los solitarios, los profetas, es decir, todos los que han sido profundamente heridos en su sexo. Lawrence Durrell El cuarteto de Alejandría - Justine (Clickear título para entrar en sitio web Durrell)