Cambalache

Cuando pienso en cosas como las que voy a contar, recuerdo el tango de E. Santos Discépolo. Me digo, "¿habrá algo realmente nuevo bajo el sol?". Y al pensar en lo equívoco de esa frase-lugar-común, me respondo, "la pregunta está torpemente formulada".
Los diarios, la tv, las conversaciones te traen la noticia de que en general la cosa no anda bien:
Una niña de tres años muere por una bala perdida en un enfrentamiento entre delicuentes y un policía en Guayaquil.
Pero cómo sorprendernos si en Guantánamo, el país valuarte de la democracia, tiene secuestrados a no se sabe bien cuántas personas sin juicio, sin posibilidad de defensa, a cuenta de ser llamados terroristas y decir que se está en guerra. Hay más de una manera de hacer terrorismo, sin mencionar el recuerdo de los campos nazis. Pero cómo apelar a estos referentes si en Israel judios se han convertido en escarmentadores de palestinos también al más fino estilo nazi.
Nuevamente en nuestro medio, leo cómo un diputado de un partido que se dice social y cristiano habla monerías para ser acariciado por el Opus Dei, "¡buen chico! ahora ve por esto". Como si no supieramos cuáles son sus méritos. Pontifican sobre la moralidad, ni más ni menos.
Después, un domingo, veo a unos niños jugando en la calle. Dicen que cuidan carros, así se ganan unas monedas. Espero por una pizza que mis hijos deborarán. En eso uno de los niños, el que se acercó a decirme que cuidaba el carro, le pega a otro. El agresor toma una posición de reto, de enfrentamiento. El otro niño, de unos 8 años como él, no se acobarda. Pero luego, cuando el agresor hace gesto de retirada, se sienta al borde de la acera y llora. El agresor vuelve envalentonado y sigue intimidándolo. Me acerco y doy un pobre discurso sobre el abuso y le pregunto si su padre es agresivo. El me dice que más allá está también otro niño llorando. Yo me marcho con mi familia que ya degusta la caliente pizza.

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