El último tango en París


La fulgurante escena del salón de baile, en El último tango en París, muestra cómo pueden coincidir, más no conciliarse, los mundos que habitan este mundo. 
Cómo los bailarines que participan en el concurso, siguen los pasos y las pautas en su afán de ganar. 
Pero Brando hace que María y él dancen en una loca parodia del concurso. 
Es su intento de incluirse en una realidad que se les volvió insoportable. Ella en su vida previsible con el joven director de cine, que asumiendo la moda de los tiempos, se esfuerza por realizar supuestas rupturas en sus films. Brando un hombre sin muchas pretensiones, que ha llegado a parar a un hotelito del cual su mujer es propietaria. Mujer que un buen día, decide esmaltar la tina de baño con su sangre. 
De Brando es poco o nada lo que sabemos en cuanto a su antes, no así de María. Sin embargo, lo que podemos imaginar de él realmente  se muestra en su profundo y solitario dolor, en su intento de encontrar un lugar en el cual no sea, o más bien, en el que asume lo que es:  que no ha sido, que ha sido un simulacro.
Dolor que va dura y trabajosamente depurando, para recrear de otra manera, el  momento anónimo que hacía de María y de él,  espacio de encuentro de dos vidas perturbadas por la tiranía de un presente, en el que el amor está destruido.

(Para ver el video hay que tener instalado RealPlayer) 

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