Carta a una amiga





Alguna vez escuché que la historia
es el eterno retorno de lo mismo.
Ha pasado tanto tiempo desde aquella última vez
y nunca habrá excusa,
al menos ya no estamos en edad para ello.
Tal vez lo volveremos a estar
después de algunos años,
un poco más viejos y ahí,
presumiblemente,
niños otra vez.
Sin embargo, no es descabellado pensar
que esta carta ya te la he escrito
y te la volveré a escribir.
Que cada vez ha corrido diferentes suertes
y que le esperan otras
que no puedo siquiera imaginar.
Pasa el año,
¿sólo otra cifra en el calendario?
Un poeta de la ciudad escribió:
"Diciembre triste con perfil de hielo".
Aquel 24 daré,
como lo he venido haciendo desde hace mucho tiempo,
un paseo por el centro
y me internaré entre los meandros de "La Bahía",
atestados al punto de voces, comercio, bullicio.
En cambio el 31 será la locura de los "años viejos"
que, como recordarás,
algunos serán quemados a media mañana
por los oficinistas
que para esa ocasión abandonarán sus acondicionados recintos,
saliendo por fin a plena calle.
Parecerían aprovechar la oportunidad para exorcisarse,
con el retumbar de camaretas y fuego.
Es la metamorfosis de sus gritos siempre sofocados;
la furia por lo que el año lleva o deja sin concesión:
ambiciones y proyectos no consumados,
el ascenso que nunca llegó
o que cuando lo hizo, cómo decirlo,
¡no era para tanto!
Obviamente especulo.
En momentos como el de la quema de los "viejos",
o con los truenos de una tormenta,
o al paso retumbantemente cercano de un avión,
se apodera de mi una sensación de vértigo,
de violencia, de un poder que es parecido
al "no tengo miedo" de un niño que en la obscuridad de su cuarto
se enfrenta con aquellos
que no nota aún que son sus fantasmas.
Hace unos días,
andando a la altura del antiguo Humbolt,
por el Malecón, la mañana sombría,
cercana a ser prisionera de la lluvia,
me invitó a caminar por esos queridos lugares.
Un barco arriba de Galápagos
dando al muelle una inusual actividad.
Por ahí hombres en cuclillas jugando a las cartas;
más allá otros bebiendo unos tragos de licor,
mientras charlan
tejiendo imperceptiblemente sus destinos.
Me sentaré en una banca,
sentiré caer, sin prisa,
tímidamente, una gota de agua.
Me calaré la chompa de cuero.
Como siempre,
la realidad no alcanza a ser tal cual lo soñado.
Sin apuro me dejaré estar ahí.
Luego,
por el angosto corredor que hacen las plantas
y la baranda que da a la orilla,
me alejaré.
Sí, la realidad no llega a ser lo que el deseo anhela.
Aunque hubo una vez un momento,
tan sólo un instante,
en el que sentí encontrar del modo en el que lo había deseado.
¿Fue un encuentro que aconteció?
Sé lo que me dirás, lo supe alguna vez.
Dirás: "tanto mejor,
no tuvieron que crecer juntos,
no hubo que acomodarse,
no hubo que soportarse.
Sólo quedó aquel instante breve e intenso,
para luego poder, en la obscuridad del recuerdo,
sentarnos a escribir y contarnos,
tal vez con ironía,
que la realidad no fue lo que el deseo anheló".
Sin embargo,
no envidies mi instante,
sólo el presente es lo que a fin de cuentas realmente importa.
En fin, espero volver a escribirte,
no sé cuándo, no sé dónde.
Con mi afecto corregido
y tal vez mejorado.


-- Escrito por primera vez en diciembre de 1989
Ubicación:Guayaquil,Ecuador

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